22 de agosto de 2011

vaise achegando!!


Si, si, xa queda menos para volver a vernos no cole...creo que xa empezamos a ter ganas de ver aos nosos comapñeiros e compañeiras, ás nosas mestras, de vivir novas aventuras xuntos...!!!
O verán é unha época xenial para os máis pequechos e as súas familias,. a oportunidade de compartir máis tempo e gozar dos xogos no exterior, da praia, da montaña, do río, do mar.... De seguro estades a gozalo!

Como prometimos ao remate de curso, déixovos aos papás e mamás un artigo moi interesante e acertado que escribíu Violeta Alcocer, psicóloga especialista en educación e crianza, no seu blog ATRAVIESA EL ESPEJO que aproveito para recomendarvos a dar un paseo por el e reflexionar sobre moitos temas da crianza dos nosos nenos e nenas que tantas veces nos plantexamos. De seguro que vos vai ser moi útil.
Grazas Violeta por compartilo con nós.


viernes 22 de enero de 2010
Portarse mal, portarse bien.


A menudo recibo emails pidiéndome consejo. Es muy habitual que las mamás y los papás me escriban, describiéndome una situación del tipo: “mi bebé ha comenzado a ir a la guardería/colegio, nosotros tenemos que trabajar así que apenas le vemos, llegamos tarde a casa y el niño/a está al cuidado de otras personas durante todo el día. El problema es que cuando estamos juntos está muy malhumorado, nos pega a nosotros y a los otros niños, se coge terribles rabietas y, en definitiva, se porta mal y no sabemos qué hacer”.

Como cada caso es un mundo y cada familia es un mundo, resulta complicado y arriesgado dar consejos con apenas unas breves líneas como toda información, pero sí me gustaría compartir una reflexión que se repite en mi interior cada vez que alguien me comenta que su hijo se porta mal.

Muchas veces, para comprender lo que le pasa al niño hay que aceptar que los padres a veces tampoco hacemos las cosas bien.
Por ejemplo, las familias cuyos dos miembros trabajan fuera de casa a jornada completa y a las que no les queda más remedio que dejar a los pequeños al cuidado de otros, son dolorosamente conscientes de que están con sus hijos mucho menos tiempo del que los niños necesitan.
Ellos son conscientes de sus circunstancias y conocen bien sus justificaciones, sufren por no poder llegar a más pero “en conciencia” saben que hacen todo lo que pueden.
Y entre nosotros, los adultos, que comprendemos bien las dificultades que existen hoy día para poder llegar a todo, nos prodigamos palabras de ánimo y empatía cuando se dan estas situaciones. “Pobre, qué faena, tantas horas fuera de casa, sé como te sientes, te comprendo, pero está claro que no puedes hacer otra cosa”.

Detrás de esta realidad siempre hay un niño que no entiende de justificaciones: para el pequeño, que les echa de menos y les necesita, son los papás los que “no se están portando bien”. El niño desconoce los complejos motivos sociales y económicos que llevan a sus padres a “no estar”, así que, a sus ojos, papá y mamá desde luego no están brillando por su presencia. Las necesidades emocionales insatisfechas generan en el pequeño todo un abanico de sentimientos negativos de difícil digestión que, inevitablemente, le arrasan y se traducen en conductas igual de oscuras que, sin una adecuada guía y compañía, el niño es incapaz de manejar de manera adaptativa. Y entonces pega. O muerde. O llora y patalea. Y se porta mal.
Pero nadie le dice: “pobre, qué faena, tantas horas sin papá y mamá, sé cómo te sientes, te comprendo, parece claro que no sabes mostrar tu malestar de otra manera”.

Cuando uno, ya sea grande o pequeño, se “porta mal” con aquellos a quienes quiere, suele ser porque no puede o no sabe hacer otra cosa en ese momento. Nosotros nos portamos mal con nuestros hijos pero tenemos nuestros argumentos: no podemos hacer otra cosa!
Y nuestros hijos, a veces, también se portan mal con nosotros y, por supuesto, también tienen sus motivos: "esto es todo lo que puedo hacer dadas las circunstancias! No sé dar mejor salida a mi malestar".

Resulta un poco injusto esperar que nuestros fallos como padres sean tolerados y comprendidos por nuestros pequeños más de lo que nosotros toleramos y comprendemos los suyos, ¿no creen?. ¿O es que acaso estar lejos de aquel que más te necesita durante doce horas al día es menos grave que pegar una patada a una puerta?
Ambas conductas frustran, molestan, indignan, duelen y desconciertan al otro. Y en ambos casos, el que las hace siente que no puede hacer otra cosa en ese momento.

Quizá después de ver las cosas de esta manera, nos preguntemos si realmente estamos “haciendo todo lo que podemos”. A veces hay que esforzarse un poquito más, para enseñar a nuestros hijos que la frase “es que hago todo lo que puedo” puede resultar muy frustrante para el que tenemos enfrente y que “siempre se puede hacer un poquito más”.

O quizá, si después de una auténtica reevaluación de la situación llegamos a la conclusión de que efectivamente “no podemos hacer más”, nos animemos a cambiar el discurso ante nuestros hijos ("tu te portas mal") y admitir ante ellos que nosotros “tampoco nos estamos portando bien”.
Para el pequeño puede resultar muy reconfortante escuchar que no es el único que lo está pasando mal y, para nosotros, es una oportunidad de hacernos cargo de la situación (la de todos) y atravesarla juntos, como padres e hijos que somos, ni tan buenos… ni tan malos.

Violeta Alcocer.
Ilustración: Beatriz Iglesias